¿Cómo podemos prevenir la ocurrencia de un ACV?

Un accidente cerebrovascular (ACV) es una emergencia médica que ocurre cuando se detiene el flujo de sangre a una parte del cerebro, evitando que éste reciba nutrientes y oxígeno y matando las células de la parte del cerebro afectada. Esta muerte de las células puede causar discapacidades temporales o permanentes, dependiendo de cuánto tiempo se interrumpió el flujo y qué parte fue afectada. 

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Se trata de una urgencia tiempo-dependiente, por lo que mientras antes se reciba atención médica, mayores son las posibilidades de sobrevivir o quedar sin secuelas. Por ello, es relevante saber cómo detectarlo y reaccionar de forma oportuna a sus síntomas.

ACV hemorrágico e isquémico

A grandes rasgos, existen dos tipos de accidentes cerebrovasculares: hemorrágico e isquémico

Cuando los vasos sanguíneos cerebrales están  débiles, anormales o soportan una presión inusual, éstos pueden romperse y causar un accidente cerebrovascular hemorrágico.

En este tipo de ACV se produce hemorragia en el interior del cerebro. También puede haber hemorragia entre las capas interna y media del tejido que recubre el encéfalo, dando lugar a una hemorragia subaracnoidea.

Un accidente cerebrovascular isquémico es resultado de la obstrucción de una arteria que irriga al cerebro, por lo general una rama de una de las arterias carótidas internas. 

El daño resultante dependerá del tiempo que las neuronas se vean privadas de irrigación sanguínea. La mayoría de las células cerebrales mueren después de no recibir un suministro de nutrientes y oxígeno durante 4 horas y media.

¿Cuáles son los ACV más comunes?

En 2016 hubo 13,7 millones de nuevos accidentes cerebrovasculares en el mundo, y aproximadamente el 87% de estos fueron isquémicos.

La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos reporta que el ACV isquémico es la segunda causa principal de discapacidad y muerte en todo el mundo, y que la carga más alta de la enfermedad la comparten los países de ingresos bajos y medianos.

Respecto del ACV hemorrágico, señala que el porcentaje es del 8% al 15% en Estados Unidos, el Reino Unido y Australia; y del 18% al 24% en Japón y Corea. 

La incidencia es más alta en países de ingresos bajos, medios y asiáticos, es más común en hombres y aumenta con la edad.

Factores de riesgo de sufrir un ACV

Los ACV isquémicos y hemorrágicos comparten muchos de los mismos factores de riesgo, como presión arterial, diabetes y colesterol alto en sangre. 

Entre los factores de riesgo que una persona puede controlar o cambiar están: 

  • No fumar. El consumo de tabaco contribuye con el 12 a 14% de todas las muertes por ACV y puede potenciar los efectos de otros factores de riesgo.
  • Controlar el colesterol en la sangre y los lípidos (grasas). El colesterol es una sustancia cerosa parecida a la grasa que produce el hígado o que se encuentra en determinados alimentos. Si ingerimos más de lo que el cuerpo puede usar, puede acumularse en las arterias, incluidas las del cerebro. 
  • Controlar la presión arterial. A menudo la presión arterial alta no tiene síntomas, por lo que se debe controlar con frecuencia. Se puede bajar mediante cambios en el estilo de vida o con medicamentos.
  • Controlar la diabetes a través de la alimentación, el ejercicio y los medicamentos, de ser necesario. Esta enfermedad produce una acumulación de azúcares en la sangre e impide que el oxígeno y los nutrientes lleguen a diversas partes del cuerpo, incluido el cerebro.  
  • Mantener un peso saludable. La obesidad es un exceso de grasa corporal y está vinculada a niveles más altos de colesterol “malo” y triglicéridos, y a niveles más bajos de colesterol “bueno”. También puede llevar a presión arterial alta y diabetes.
  • Limitar la cantidad de alcohol. En mujeres se recomienda no beber más de un trago al día, mientras que en hombres no más que dos.
  • No consumir cocaína ni otras drogas recreativas.

¿Cómo detectar si alguien está sufriendo un ACV?

Pérdida de la fuerza en un brazo o en una mitad del cuerpo, parálisis de la mitad de la cara y dificultad para hablar o hacerse entender. Cualquiera de estos tres síntomas, si se produce de manera repentina, nos debe hacer pensar en un ACV.

Frente a ello, se debe llamar inmediatamente al número de emergencias del SAMU (131) o acudir al servicio hospitalario más cercano.

Otros síntomas de un accidente cerebrovascular son:

  • Dificultad para hablar y entender lo que otros están diciendo. 
  • Problemas para ver en uno o ambos ojos, o ver doble.
  • Dolor de cabeza súbito e intenso, que puede estar acompañado de vómitos, mareos o alteración del conocimiento.
  • Problemas para caminar, tropezar o perder el equilibrio.
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El aporte de la terapia TrainFES para pacientes con secuelas de ACV

Al provocar que el cerebro deje de recibir nutrientes y oxígeno, el accidente cerebrovascular puede dejar secuelas como parálisis o pérdida del movimiento muscular, dificultad para hablar o tragar, pérdida de memoria o problemas para pensar.

La metodología TrainFES incluye rehabilitación continua con la técnica de electroestimulación funcional (FES, por sus siglas en inglés), una evaluación y la indicación de tratamiento caso a caso, a cargo de un equipo de kinesiólogos, médicos fisiatras, terapeutas ocupacionales y fonoaudiólogos que estarán presentes durante todo el proceso. 

Cada paciente recibe un plan de entrenamiento personalizado, guiado constantemente por el equipo médico en el uso de tecnologías como la electroestimulación funcional, que hace posibles los siguientes beneficios:

Recuperación motora

Una de las secuelas más frecuentes de un ACV es la pérdida del movimiento funcional, al afectar el control de brazos o piernas, lo que dificulta o impide realizar tareas cotidianas como caminar, subir o bajar escaleras, ducharse o alimentarse. 

La electroestimulación funcional, que consiste en la aplicación de suaves corrientes eléctricas sobre las zonas afectadas para buscar la activación de los músculos, es una excelente herramienta para el entrenamiento y rehabilitación, ya que puede mejorar los resultados y disminuir el tiempo de recuperación.

La evidencia generada por TrainFES muestra los avances de 85 pacientes entre su primera sesión de entrenamiento y el segundo mes de terapia. 

Una primera evaluación arrojó que 22 de los pacientes lograban sentarse, y durante la segunda toma de pruebas 12 de ellos avanzaron el nivel bípedo (72,7%) y cuatro lograron caminar (18,2%).  

La segunda evaluación también demostró que de los 19 pacientes que lograban sostenerse sobre los pies, 10 lograron caminar (52,6%) y 9 mantuvieron su nivel, aunque mostraron mejoras (47,4%). 

Entre quienes utilizaron la terapia FES, ninguno mostró retrocesos.

Potencia la terapia convencional para mejorar la deglución

En el caso de la pérdida de la capacidad para tragar, TrainFES complementa la terapia fonoaudiológica tradicional con electroestimulación funcional para tratar ese tipo de problemas.

Los análisis científicos han comprobado el buen resultado de este método en la rehabilitación de la disfagia. Por un lado, la terapia logra mayor respuesta y, por otro, reduce los tiempos de rehabilitación.

Ayuda la función de alcance y prensión

La terapia FES que incluye entrenamiento de la extremidad superior ha probado ser una intervención eficaz, con buenos resultados en términos de manipulación de objetos, prensión palmar y tracción. 

La rehabilitación de TrainFES incluye un plan de entrenamiento personalizado, que permite al usuario tener sesiones autónomas todos los días. Su compromiso y esfuerzo, más la guía de los profesionales médicos y la tecnología a su disposición, harán posible que experimente mejoras evidentes.

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