El movimiento constante de las manos en una persona suele ser asociado con la enfermedad de Parkinson, pero ese síntoma tan reconocible es solo uno de los que genera esta patología neurodegenerativa, que también trae consigo rigidez muscular, lentitud en los movimientos voluntarios y dificultad para mantener el equilibrio, además de deterioro cognitivo.
Mayo Clinic explica que el mal de Parkinson es un trastorno progresivo que afecta el sistema nervioso y las partes del cuerpo controladas por los nervios. Sus síntomas aparecen lentamente y el primero puede ser un temblor apenas perceptible en una mano.
A su vez, la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos plantea que se trata de un tipo de trastorno del movimiento que ocurre cuando las neuronas no producen suficiente cantidad de dopamina, una sustancia química importante en el cerebro.
El Ministerio de Salud señala que el mal de Parkinson es la segunda patología neurodegenerativa más frecuente después del Alzheimer, con tasas de mortalidad de hasta de 100 por 1.000 habitantes en mayores de 80 años, siendo más frecuente en personas de tercera edad y en hombres.
Muchos de los síntomas de la enfermedad de Parkinson obedecen a una pérdida de las neuronas que producen dopamina, un tipo de neurotransmisor del cerebro. El descenso de sus niveles causa una actividad cerebral irregular, lo que provoca problemas de movilidad y otros síntomas.
El Manual MSD señala que esta enfermedad se presenta cuando la sinucleína (proteína que ayuda a las células nerviosas a comunicarse) se acumula en varias regiones del cerebro y altera su funcionalidad.
Los síntomas de este trastorno suelen presentarse gradualmente, hasta afectar varias funciones del organismo. Entre ellos están:
Además, pueden presentarse los siguientes síntomas:
Las medidas generales usadas para tratar la enfermedad de Parkinson ayudan a mejorar el funcionamiento diario de la persona.
Las principales opciones son:
Ayudan a mantener la movilidad y la independencia. Entre ellas están:
Los fisioterapeutas y los terapeutas ocupacionales ayudan a que los afectados aprendan cómo incorporar estas medidas en las actividades cotidianas, y recomiendan ejercicios para mejorar el tono muscular y mantener la amplitud de movimiento.
La levodopa, que se administra junto con carbidopa, es el primer fármaco utilizado para tratar la enfermedad. Cuando se mantiene durante largo tiempo, puede tener efectos secundarios y ser menos eficaz.
Otros fármacos incluyen amantadina y los agonistas de la dopamina (que actúan como la dopamina, estimulando los mismos receptores en las células cerebrales).
La administración de levodopa reduce la rigidez muscular, mejora los movimientos y a menudo disminuye sustancialmente el temblor.
Cuando la enfermedad avanza puede ser necesario hacer una cirugía llamada estimulación cerebral profunda, que consiste en la implantación de electrodos en una parte específica del cerebro.
Estos electrodos van conectados a un generador instalado en el pecho, cerca de la clavícula, que envía impulsos eléctricos al cerebro. El objetivo es reducir los síntomas, aunque no se cura la enfermedad ni se evita su evolución, explican los expertos de la Clínica Universidad de Los Andes.
Esta cirugía puede beneficiar al 10% de los pacientes, específicamente a quienes: sufren la enfermedad al menos hace cinco años, tienen complicaciones motoras e impacto en la vida diaria, cuentan con salud mental y física compatible para realizarse una cirugía de este tipo, y que los síntomas motores tengan una respuesta adecuada a la levodopa.
Las personas que sufren de la enfermedad de Parkinson también pueden optar a la electroestimulación funcional (FES, por sus siglas en inglés), una técnica terapéutica no invasiva e indolora que utiliza corrientes eléctricas de bajo nivel para estimular grupos musculares, y es uno de los pilares de la metodología TrainFES.
Un estudio de viabilidad investigó el efecto de la estimulación eléctrica funcional (FES) combinada de las extremidades superiores e inferiores para reducir la bradicinesia, que genera la ralentización del movimiento o reducción progresiva de su velocidad.
La investigación encontró que el uso de la FES generó mejoras clínicamente significativas en la marcha y la función de las extremidades superiores e inferiores en personas con la enfermedad de Parkinson, lo que representa avances en la calidad de vida y la salud.
Las enfermedades neurodegenerativas pueden ser serias o poner la vida en peligro. Una terapia adecuada puede ayudar a mejorar los síntomas, aliviar el dolor y aumentar la movilidad.
La enfermedad de Parkinson no tiene cura, pero es fundamental contar con un tratamiento temprano, que incluya la máxima tecnología y la guía de medicina física y terapeutas ocupacionales para recuperar movimientos y, con ello, calidad de vida.
Eso es lo que ofrece TrainFES con su programa de neurorrehabilitación, que además de su avanzada tecnología de electroestimulación funcional, cuenta con una metodología de entrenamiento y continuidad terapéutica a cargo de profesionales expertos.
Como veíamos anteriormente, la evidencia científica confirma que el uso de la FES aporta para mejorar la calidad de vida de los pacientes.
TrainFES cuenta con un dispositivo móvil de electroestimulación funcional, que facilita el entrenamiento en casa a través de una aplicación para smartphone y una plataforma digital. Así, los usuarios pueden obtener los mejores resultados terapéuticos en menor tiempo gracias a la continuidad del tratamiento.
Además, la metodología presenta un plan de entrenamiento personalizado, que requiere del compromiso del usuario, y el acompañamiento permanente de un equipo multidisciplinario de 40 expertas y expertos en kinesiología, fisiatría, terapia ocupacional, fonoaudiología y psicología.
Si bien los objetivos terapéuticos varían de acuerdo a cada paciente, el entrenamiento aporta para la recuperación de la movilidad y la marcha, reducción de la espasticidad, fortalecimiento muscular, prevención de la atrofia, mejora de la circulación y la función cardiovascular y alivio del dolor, entre otros.
Hoy, quienes están trabajando en las Unidades de Pacientes Críticos están muy expuestos a contraer el COVID-19. Pero, ¿de qué manera se pueden disminuir las posibilidades de contagio?
Cuando un traumatismo afecta el cráneo, el tejido cerebral se ve alterado temporal o permanentemente. Por eso, al comienzo la mayoría de las personas afectadas pierden el conocimiento por algunos segundos o minutos.
Dificultades para realizar actividades de la vida diaria como moverse, hablar o incluso tragar son las principales consecuencias de los trastornos neurológicos, que limitan la independencia de las personas y afectan también al entorno familiar encargado de brindar apoyo y acompañamiento.